Es una frase que nos sigue haciendo ruido siempre que la escuchamos. Decimos: “A América no la descubrió nadie” e inmediatamente sentimos una suerte de repudio a ese hombre tan aclamado y condecorado que fue Cristóbal Colón.
Pero para no pecar de zonsos, hablemos con propiedad: los noruegos la habían visitado mucho tiempo antes que el susodicho comerciante, y América no se llamaría América si no hubiese existido un explorador invasor llamado Américo Vespucio.
Lo de Colon es historia conocida: desembarca en nuestro continente en 1492 e inicia el doble proceso de saqueo y cristianización de los nativos (por supuesto, consideradas como inferiores, incivilizadas y salvajes). Pero América fue descubierta por alguien en algún momento y, créanme, no fue por Cristóbal Colon y mucho menos en el siglo XI.
Los registros arqueológicos, nos indican que los primeros que pisaron este suelo lo hicieron hace aproximadamente 13.000 años. ¿De dónde vinieron? la hipótesis predominante sostiene que lo hicieron desde el extremo oriental de Siberia, atravesando una suerte de largo y ancho puente Inter-continental, llamado Beringia, que conectaba a ese extremo de Asia con la actual Alaska.
Una vez entrados los pobladores en este continente, el desplazamiento fue de norte a sur, pero siempre teniendo en cuenta que fue un proceso lento y para nada lineal, es decir, fue en todas las direcciones. Las condiciones climáticas fueron haciendo que ciertas zonas sean habitables, y otras dejen de serlo y, por tanto, que ciertas poblaciones se asienten en ciertos lugares y no en otros.
Con el correr de los milenios, se fueron perfeccionando las formas de vivencia y supervivencia en lo relativo a la caza, al hogar y al arte hasta alcanzar formas de sociedad altamente civilizadas (para ponerlo en términos modernos) con una buena organización económico-social.
Pero un mal día, hace unos cinco siglos, el destino les jugó una mala pasada y la barbarie desembarcó en sus costas. Y ya nada sería igual, nunca.
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