La gran mayoría de nosotros crecemos pensando que debemos ser exitosos en la vida, que debemos progresar inacabadamente, que debemos ser los mejores, y que todo ello nos hará plenamente felices.
Ahora bien, la pregunta que atraviesa todo ello la habrán escuchado muchas veces: ¿El fin justifica los medios? De ahí en adelante, todo el resto de los interrogantes: ¿Qué es el éxito? ¿Se puede ser el mejor de todos? ¿El progreso en relación a qué se mide?
Entendiendo que se trata de una cuestión de puntos de vista, no podemos dejar de protestar contra la visión actual, individualista, que plantea que para ser exitoso y por tanto el mejor, necesariamente debe haber otros que sean fracasados y por tanto peores. Matemática pura: unos suben siempre y cuando otros bajen o permanezcan “abajo”.
Claro que esta concepción no es nueva: ha existido probablemente desde siempre entre los hombres, en todos los periodos de la historia, pero se ha visto vanagloriada con el advenimiento del actual capitalismo. Si bien es cierto que el egoísmo existe por una básica necesidad de auto-protección de los individuos, también es cierto que ha adquirido un lugar que, al fin de cuentas, no hace más que perjudicar al tan deseado “progreso del hombre”.
Como si nos negáramos a creer que somos parte de la gran maquina que se llama mundo, la mayoría de nosotros pulula de forma aislada, importándonos solamente nuestro bienestar. Nos preocupamos en primera instancia por tener, los cual pensamos condiciona nuestro ser. Somos lo que tenemos, no tenemos porque somos.
De cualquier manera, y sin intenciones de ponernos moralistas o de levantar las bandera de la ética o las buenas costumbres, pensamos que si queremos estar mejor, hay un par de cosas que debemos desenmascarar, desnaturalizar. En primer lugar, el éxito es una actitud mental, es un estado, no es una meta definitiva: todos somos exitosos en algún momento, con algunas cosas, pero no con todas (de lo contrario deberíamos afirmar que perfección existe). En segundo lugar, ser el mejor no implica “ser mejor que”, sino que afirma una conciencia plena de satisfacción, a través de la cual uno se siente realizado con lo que esta haciendo: no es que debe haber uno mejor que el resto, sino que en realidad, todos podemos ser los mejores sin que ello implique aplastar la cabeza del resto. Por ultimo, el progreso tampoco se mide necesariamente en relación al progreso ajeno: ¿será que lo importante es plantarse una meta personal e ir progresando en la senda de la misma? Para muchas cosas no solemos mirar al de al lado, pero para esta sí: en la búsqueda de ser “mejor” que el otro, queremos progresar más que aquél, lo cual nos hará más plenos y mejores personas.
Quizás sea cuestión de entender que no hay mejores ni peores, sino diferentes, y como tales, debemos aprender a convivir para que desaparezcan las enormes desigualdades sociales que se basan en la falsa idea de que lo importante es estar uno bien, y que el resto…se arregle.
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